
Uno de los elementos transformadores que caracterizan los círculos de mujeres es la experiencia de disponer un tiempo sin prisas para girar nuestra mirada hacia dentro y conectar con lo que realmente estamos sintiendo y lo que necesitamos, en compañía de otras mujeres. Con la velocidad de nuestra sociedad y nuestra mirada casi permanentemente hacia fuera, es un bálsamo encontrar un espacio cálido en donde poder escucharnos a nosotras mismas y a la vez escuchar a lo que se mueve dentro de las demás. Muchas veces acudimos a un círculo en un momento de transición y cambios, cuando se despierta el anhelo de una conexión más profunda y autentica con una misma y con la vida. La propia forma del círculo acompaña ese viaje de introspección, a la vez que nos permite sentir la fuerza y el apoyo del grupo.