
Hay personas que entienden su felicidad dándolo todo por los demás. Atienden y se preocupan de un modo muy profundo por todo aquel que forme parte de su círculo social, y más allá de él. Son muy sensibles también «al dolor del mundo», a las desigualdades, al sufrimiento ajeno.
En realidad, no es nada fácil poner límites o decir basta cuando llevamos media vida cediendo y dando más de lo que nuestra alma nos permitía. No obstante, debemos tenerlo claro: no somos de hierro ni nuestro corazón una roca. Somos de carne y de emociones, ésas que muchas veces salen dañadas y fragmentadas.
Entiende que nadie es egoísta por priorizarse un poco cada día, por decir «no» a quienes no te tienen en cuenta y te hacen sentir alguien que no eres. Porque quien te manipula con las redes del egoísmo no te aprecia y ni te respeta.